Es la obsesión hecha música.
Para quien no conoce el fondo de esta canción, puede la fantasía hacer muchas cosas interesantes. Hay un “eso”, que mientras más se ve, más gusta, que se observa, se estudia, se deshace, se vuelve a armar, algo que luego no se ve, pero que cuando se vuelve a mirar, gusta nuevamente. Letra desquiciada, sin sentido aparente, que va y viene, mezclada con las notas que empiezan sigilosamente con Tony Levin, en un bajo como pisadas de gigante silencioso. Se le une Bill Bruford como el viento, con desorden, llevando hojas secas que golpean. Y explota. Revienta. Nos damos de golpes contra las paredes, no resulta y mientras más lo miro, más me gusta, pero me gustaría que estuvieras aquí para mirarlo. Me gusta, así lo deje de ver para volverlo a mirar luego.
Belew, todo se detiene para que puedas entrar, no a cantar con tu encantadora voz, pero para contarnos de esta manía extraña. Mientras más lo miro, más me gusta. Y vuelve a explotar. Y se nos fija en la memoria. Ay, Fripp, lo que haces con mis sentidos, no lo hace nadie más.
El fondo, la historia, la realidad oculta entre las líneas, las cartas escritas, las esculturas. Mientras más lo veo, más me gusta, ¿o no? Porque es exactamente eso lo que sucede con quienes fabrican sensaciones. El arte, cualquiera que fuere, empieza en nuestra mente y en nuestras ganas, y sale a través de nuestras manos para posarse cual mariposas en los sentidos de los que se sientan a disfrutar. Y de eso se trata, de verlo, reverlo, estudiarlo, soñarlo, imaginarlo... y no importa cuántas veces se estudie y se observe, mientras más lo miro, más me gusta. ¿Por qué no estás aquí para verlo?
No hay caso. Suelo repetirme cuando estoy estresada. Y así, indisciplinada y caóticamente, me gusta más.
Para quien no conoce el fondo de esta canción, puede la fantasía hacer muchas cosas interesantes. Hay un “eso”, que mientras más se ve, más gusta, que se observa, se estudia, se deshace, se vuelve a armar, algo que luego no se ve, pero que cuando se vuelve a mirar, gusta nuevamente. Letra desquiciada, sin sentido aparente, que va y viene, mezclada con las notas que empiezan sigilosamente con Tony Levin, en un bajo como pisadas de gigante silencioso. Se le une Bill Bruford como el viento, con desorden, llevando hojas secas que golpean. Y explota. Revienta. Nos damos de golpes contra las paredes, no resulta y mientras más lo miro, más me gusta, pero me gustaría que estuvieras aquí para mirarlo. Me gusta, así lo deje de ver para volverlo a mirar luego.
Belew, todo se detiene para que puedas entrar, no a cantar con tu encantadora voz, pero para contarnos de esta manía extraña. Mientras más lo miro, más me gusta. Y vuelve a explotar. Y se nos fija en la memoria. Ay, Fripp, lo que haces con mis sentidos, no lo hace nadie más.
El fondo, la historia, la realidad oculta entre las líneas, las cartas escritas, las esculturas. Mientras más lo veo, más me gusta, ¿o no? Porque es exactamente eso lo que sucede con quienes fabrican sensaciones. El arte, cualquiera que fuere, empieza en nuestra mente y en nuestras ganas, y sale a través de nuestras manos para posarse cual mariposas en los sentidos de los que se sientan a disfrutar. Y de eso se trata, de verlo, reverlo, estudiarlo, soñarlo, imaginarlo... y no importa cuántas veces se estudie y se observe, mientras más lo miro, más me gusta. ¿Por qué no estás aquí para verlo?
No hay caso. Suelo repetirme cuando estoy estresada. Y así, indisciplinada y caóticamente, me gusta más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario