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viernes, 19 de marzo de 2010

Crónicas de Nueva Crimsoniana - Walking on Air



Cierra los ojos y mírame. Frase extrañamente perfecta para abrir, quizá, una de las mejores baladas de los Crimson.

Es imposible no sentir la atmósfera cargarse de una neblina rosada y espesa, que nos rodea en una confabulación de cuerdas. Fripp y Belew hacen lo suyo, transportándonos como en un vuelo, haciéndonos, literalmente, caminar en el aire, flotar. Levin entrega un bajo delicioso, que se compenetra melodiosamente con la armonía de las guitarras, en un ritmo sinuoso y suave, marcado por Bruford, como quien atraviesa el cielo, buscando un no sé qué, la razón de los secretos de la noche. Y si tengo que hablar de la voz de Belew... creo que ha quedado claro que esta Nueva Crimsoniana tiene cierta debilidad por él. Instrumento increíble que se goza en su totalidad en esta balada.

En el medio y el final de la canción, se puede disfrutar de la fuerza de la música. Cerrar los ojos se vuelve inevitable. Es un deleite para los sentidos. Las palabras no alcanzan para explicar la magia y tonalidad de esta canción. Tiene tantos matices e intensidades. Pueden sentirse tantas cosas oyéndola, desde melancolía hasta añoranza, pasando por la nostalgia y la ternura.

Está claro, si sientes eso, el vértigo, los latidos, los pasos etéreos, la envoltura de nubes voluptuosas, la fuerza, la pasión, el dolor... estás caminando en el aire.

martes, 3 de noviembre de 2009

Crónicas de Nueva Crimsoniana - Model Man

Como seres imperfectos, lo damos todo. Tomamos lo que queremos. No somos santos ni estamos completos. Pero igual queremos que se nos quiera, que se nos ame y se nos idolatre como dioses de una religión nueva e improbable. Las palabras no siempre necesitan ser dichas para ser comprendidas, basta una mirada, una caricia, el silencio absoluto. ¿Qué más se puede decir?

Tenía que ser Belew con su fantástica voz. Serán mis oídos de nueva crimsoniana embelesada, pero la forma y el estilo de interpretación de este hombre ―para mí― perfecto no podría ser de otra manera. Nos lleva y nos trae, como si fuera el mar, amplio e impenetrable pero, al mismo tiempo, delicioso y refrescante. Sin embargo, no solamente nos deleita con su canto, sino que se enfrenta rítmicamente con Fripp, haciendo un contrapunto de guitarras, un gozo que nos envuelve inevitablemente. Levin, como siempre y, para no perder la costumbre, nos marca el paso voluptuosamente en el Chapman stick, como latidos subliminales, señales subjetivas de calor rematadas angularmente por Bruford formando una pegajosa forma de dejarse llevar hasta el infinito.

Y sólo te digo a ti, tómame como soy, al tiempo, fría o caliente. Igual calmaré tu sed.

sábado, 22 de agosto de 2009

Crónicas de Nueva Crimsoniana - One Time

Rompen Bruford y Levin la calma, introduciéndonos en una especie de niebla espesa y voluptuosa. Es tan placentero dejarse envolver.

Para algunos, esta canción es una gran representación de la influencia popera de Belew. No importa. Es una balada riquísima, sin ser romántica, es realmente un deleite para los oídos. Tanto musical como textualmente, es un llamado a la desesperación, al ansia, al vacío, al pánico. Un día de lluvia que no quiere terminar, mientras se espera la salida del sol, confusión y melancolía.

Fripp se filtra en el sonido del intermedio en una paranoia tipo Starless, con un trueno de Bruford. Y Belew nos cautiva otra vez. Son tantos los matices de esta canción, que es imposible no perderse en la jungla de sonidos, identificar cada uno de los instrumentos y lo que ellos transmiten.

Es tan difícil escucharla sólo una vez. Esta nueva crimsoniana debe confesar que viajó por lugares imposibles al escribir esta crónica, escuchando (por lo menos) seis veces lo que sólo sucedió una vez.

viernes, 7 de agosto de 2009

Adrian Belew Parte I: Crónicas del Elefante


Adrian Belew con King Crimson

ADRIAN BELEW VISTO POR JAVI

Corría el año 1981 y estaba a punto de llevarme una de las sorpresas más agradables de mi trayectoria como aficionado a la música.

Yo era fan de los Crimson desde 1976, cuando por entonces en casa recalaron un par de cintas de casete con In the Court of the Crimson King e Islands. Una música un poco rara para mi entender, algo desconcertante, tan variopinta que a veces llegaba a confundirla con la de la Incredible String Band, que entonces también sonaba por casa (principalmente mi confusión eran algunas partes de Islands y temas como Epitaph, que evocan un sonido que para mí resultaba parecido al folk progresivo de la Incredible). Tras muchas escuchas ya lograba distinguir claramente a los Crimson, y decidí comprar sus discos en vinilo, hasta completar toda la discografía "posible" por entonces: los siete discos en estudio más los directos USA y Earthbound. Y que lástima, cuando esa banda me había atrapado totalmente y comencé a interesarme por su biografía y discografía, me entero de que King Crimson ya pertenece al pasado, que se disolvieron en 1975.

Entonces lo único que me quedaba era disfrutar de esos 9 vinilos una, otra, mil veces. Era la música que sonaba casi a todas horas en mi plato, aunque compartiendo algo de tiempo con las otras músicas que escuchaba por entonces: Genesis, Queen, Led Zeppelin, Alan Parsons Project, Pink Floyd... entre otros.

En los años 80 (quizá incluso dos o tres antes de que comenzara la década) ya compartía mucha música con mis amigos. Como andábamos escasos de dinero, cada uno compraba lo que podía e invitaba a los demás a su casa a escuchar las nuevas adquisiciones. Algunos amigos apostaban por U2, escuchábamos Dire Straits, algunos grupos españoles como Bloque y Asfalto... Pero no había ese "gran grupo" que nos sirviera de referente a todos.

Y uno de esos días de 1981, precisamente reunidos en casa de uno de mis amigos para escuchar música, nos da por poner la tele para ver qué daban esa tarde en el programa "Aplauso" de José Luis Uribarri y José Luis Fradejas (aunque en general no nos gustaba, a veces nos llevábamos sorpresas...). Cuando, sin previo aviso y sin que ninguno pudiéramos creer lo que estábamos oyendo, el propio Fradejas anunciaba la siguiente actuación: el regreso de King Crimson.

Recuerdo que en unos segundos casi nos caían las lágrimas a todos, y gritábamos de emoción cuando veíamos a nuestros ídolos de nuevo reunidos. Pero analizando bien la situación, ¿quiénes eran esos tipos? A dos de ellos los reconocía. Ahí estaban el incombustible e inexpresivo Fripp y el mago intelectual de la percusión, Bill Bruford. Los otros miembros del cuarteto, nos resultaron desconocidos.

Gira 2008 "Adrian Belew Power Trio"

Independientemente del reconocimiento, vayamos a lo que se escuchaba. Una introducción de guitarra de lo más extraño que había oído jamás, primero unas duplas de notas repetitivas con un sonido ligeramente distorsionado que iban aumentando de velocidad y acabando en un pequeño torbellino. Y luego... ¿qué era aquello? Sonaba como un bajo pero no era un bajo, tenía más cuerdas, el tipo rapado y bigotudo tocaba con las dos manos sobre el mástil... Para nuestro deleite, aquél sonido se fundía con la guitarra de ese nuevo vocalista-guitarrista (que no era desde luego ningún viejo conocido) que pronto empezó a dar alaridos que hablaban de charlas. Como yo no sabía mucho inglés, sólo entendía algo de talk talk (hasta lo obsesivo) y por fin se escuchaba decir Elephant Talk. De hecho, así apareció en el rótulo de la canción. Efectivamente, aquello parecía ir de un elefante que charlaba. Interesante temática la de los nuevos Crimson. Y aquél vocalista-guitarrista que no era ni Greg Lake, ni Gordon Haskell, ni Boz Burrell, ni desde luego John Wetton -además, recordé que en King Crimson casi siempre cantaban bajistas, no guitarristas, y que posiblemente la guitarra siempre había estado reservada a Fripp y nadie se atrevía a coger otra en su presencia- comenzaba un delirio de ráfagas de guitarra por los trastes bajos en los que cada vez era más reconocible el barrido de un elefante. Vaya, ese tipo parecía genial.

¿Un hombre, un elefante, un pájaro...?

El aspecto delgado de Belew, entonces en plena juventud -32 años- invitaba a pensar en un guitarrista-cantante más frágil. Pero la energía con la que Belew martirizaba el mástil de su guitarra, me hizo ver que estaba ante un músico realmente curioso y llamativo. Con el segundo tema que sonó me quedé totalmente entregado y convencido. Sonaron los extraños versos de Thela Hun Ginjeet y ya no había duda. Era obvio que esa banda no estaba tocando Epitaph o Island o cada una de las joyas que yo había escuchado anteriormente. Pero también era igual de evidente que estaba ante la presencia de unos nuevos genios, y mi único deseo era que llegara el lunes para poder ir a mi tienda de discos habitual y buscar esa nueva joya de King Crimson, se llamara como se llamara. Resultó ser Discipline.

Posteriormente, en julio de 1982 vi a King Crimson tocando en directo, en Madrid, en una gira conjunta con Roxy Music. No tocaron demasiado, en comparación a unos Roxy que llenaron la noche. Pero yo deseé que hubiera sido al revés. Allí pude ver, por fin, a ese nuevo y genial músico en plena escena. Sorprendentemente, lo primero que le vi tocar no fue la guitarra. En un lateral del escenario, dos marimbas situadas una dando la espalda a la otra, y dos músicos situados uno frente a otro, las hacían sonar en perfecta sincronía. Bill Bruford y Adrian Belew iniciaban el concierto con Waiting Man. Una nueva sorpresa, pues sólo sabía que habían hecho una nueva grabación, que se llamaría Beat, pero no había escuchado nada de ella.

Photo credit: Image of Daryl Darko.

Belew en escena me pareció un tipo simpático, arrollador, con una personalidad increíble, un hombre que centraba las miradas y la atención sobre el set en su persona, que tocaba la guitarra de una manera divertida de ver y de escuchar, con una energía en sus rasgueos que elevaban la guitarra casi por encima de su cuello cuando la golpeaba con la púa de abajo hacia arriba, y que la hacía llegar casi a sus rodillas cuando la batida era de arriba hacia abajo. Vestía con chaqueta y pantalón rosa, y su guitarra era de ese mismo color. ¡Todo un toque de originalidad!

Y sin embargo tengo que confesar algo: por entonces su voz no me convencía. Sólo me parecía que iba bien a la música de esos nuevos Crimson, pero que no tenía parangón con ninguna de las voces anteriores del Rey Carmesí, que provenían todas de los sueños -de las pesadillas a veces- y ofrecían noticias sobre un mundo antiguo, medieval, cuando no de un mundo futuro, donde las cosas eran de otra manera, a veces mágicas, a veces crueles. Las voces de King Crimson siempre evocaron el pasado, la grandeza, la épica, la dulzura, la melancolía y los sueños perdidos de los hombres. Y Belew parecía ir en otra línea, un músico más rockero, más actual, más de nuestro tiempo. Sólo una excepción en aquél primer disco de reunificación: en Matte Kudassai apuntaba unos matices líricos que después ha desarrollado hasta lo sublime en temas como Two Hands, One Time, Walking on the Air...

Y al fin, la brillantísima trayectoria de Adrian Belew en las distintas etapas de King Crimson y los ProjeKcts desde 1981, me han hecho tenerlo por un ídolo como pocos músicos de esta formación lo han sido para mí. Hoy siento por Belew respeto, admiración y hasta aprecio, sin conocer al hombre, sin conocer a la persona, tiene que ser un buen tipo, un poco neurótico pero amable y accesible, como aparece en su blog, en el que se muestra como un ser humano cordial y cercano, muy lejos del divismo y la extravagancia de Fripp. Belew año tras año se ha ido ganando mi admiración. Cada vez canta mejor, toca mejor, y hoy me atrevo a decir que es uno de los mejores músicos que siguen tocando en el siglo XXI, ese siglo del Hombre Esquizoide que él, casi 40 años después de que se escribiera esa canción, encarna como nadie.

Adrian Belew en la gira rusa King Crimson Festival (2008)

ADRIAN BELEW VISTO POR ORIANA

31.vii.2009

Siento como si estuviera en una fiesta y fuera mi turno de hacer el brindis.

Mi historia con los Crimson es muy nueva. Quizá de comienzos de este año. Felizmente me los presentaron. No me hubiera gustado ir por la vida sin conocer la música genial que ellos crean.

El 21st Century Schizoid Man me proclamó su Lady of the Dancing Water. Vamos, que ya teniendo título nobiliario, había que ponerse a investigar un poco. Escuchaba a este hombre esquizoide pronunciar nombres como Fripp, Haskell, Bruford y Belew, casi sin enterarme de que pronto me enamoraría perdidamente de una voz ―hasta el momento― anónima. En abril, el hombre esquizoide postea One Time y Heartbeat en este blog. Juntas. A mí me produjo un especie de hiperglucemia, o no sé. Pero hiper-algo. Cosas tan buenas como estas canciones no pueden andar soltándose de esta manera, es nocivo para la salud. Se corre todo el riesgo de volverse adicto a esta aterciopelada voz que juega de formas inverosímiles y deliciosas.

06.viii.2009

Han pasado varios días desde que empecé con esta especie de discurso. Pero pensando en Belew, caí en cuenta que él es humano pero, al mismo tiempo no lo es. Escucharlo en canciones como Neurotica o Indiscipline, nos hace pensar en su calidad de ser extraño, diferente, múltiple. Él es la fase esquizofrénica de Three of a Perfect Pair, es el latido en el corazón de Heartbeat, es el hombre perfecto en Model Man, es una persona común y silvestre atrapada en la jungla de Thela Hun Gjengeet, es el alma de Matte Kudasai, el desorden en Elephant Talk... Pero es, al mismo tiempo, un sueño, un ente que está y no está. Porque no se le puede atrapar, vuela con el viento.

Leí, hace no mucho, algo que él publicó en su blog. La prueba infalible de su humanidad imposible. La escribo a continuación (supongo que la traducción es algo cercana a la realidad...)

Belew & Guitar

Spot the nerd (Identifiquen al cerebrito/tontuelo).

"Nunca esperé en mi vida poder sostener dos colibríes en la palma de mi mano, pero el miércoles, a eso de las 4:30 fue exactamente eso lo que sucedió.

Acababa de terminar las grabaciones del día. Casey Wood, mi ingeniero (de sonido) estaba copiando los archivos a un disco duro, mientras yo esperaba al lado de la ventana del estudio viendo dos colibríes perseguirse el uno al otro en los árboles. No es raro ver colibríes aquí. Tengo aparatos para darles de comer en el frente y detrás de la casa. Vemos gran cantidad de aves que se alimentan todo el tiempo. Algunas veces la terraza parece más una pista de aterrizaje. ¡De repente los colibríes se estrellaron contra la ventana! ¡Bam bam! Me apuré en ir afuera, mientras pensaba, horrorizado, en que los encontraría muertos, con los cuellos rotos. Levanté a uno de ellos. Era una criaturita pequeñita y hermosa. Y estaba viva.

A veces, los pájaros vuelan contra las ventanas y chocan, quedando sin sentido. Si uno los levanta y, cuidadosamente, los trae de regreso del shock, terminarán volando otra vez. Esto me ha sucedido muchas veces. El segundo colibrí estaba boca abajo en el césped. Sabía que estaba muerto. Pero cuando lo levanté me asombré de ver que también estaba vivo. ¡Ahora tenía dos colibríes en la palma de mi mano!

Por algo más de 10 minutos estuvieron los dos sentados en mi mano abierta, pestañeando y mirando a su alrededor, mientras yo les acariciaba las plumas doradas y les decía que todo iba a estar bien. Finalmente el más pequeño despertó del letargo y se dio cuenta, “¡Ay! ¡Estoy en la mano de un humano!”. Despegó zumbando, y aterrizó en la terraza, donde estuvo sentado por algunos minutos. Luego, el colibrí número dos hizo lo mismo.

Fue una experiencia mágica para mí.

Los colibríes son muy especiales, no sólo porque son muy pequeños, o porque pueden aletear mil veces por minuto. La mayoría de la gente sabe que son también los únicos pájaros que pueden sostenerse en el aire como un helicóptero ¡y los únicos que pueden volar hacia atrás! Pero, ¿sabían que son lás unicas aves que no pueden caminar? (además de los pollos sin huesos, claro)

Fue un regalo sostenerlos".

¿Cuándo se ha visto a un elefante coger en sus patas un colibrí? Así de inverosímil es esta persona, este personaje, mío, de todos, de nadie.

jueves, 25 de junio de 2009

Crónicas de Nueva Crimsoniana - Neurotica

Caos, desorden, movimiento, alboroto, vorágine, inestablidad. Es la jungla de la gran ciudad.

Alguna vez escuché por ahí que, a una ciudad se le puede llamar tal, cuando se escuchan sirenas. En esta canción, Fripp lo logra con la guitarra. No sé por qué, pero Neurotica me traslada a Nueva York, donde la gente te traga, te empuja, te lleva, te mueve. Donde uno deja de ser uno, para volverse multitud, para volverse una masa de pies que andan sin parar, no sé si para llegar a algún lado, pero es un movimiento constante. Es una jungla. Y Belew nos habla de la fauna que habita en estas calles con su flora de neón, tratando de defenderse con sus garras. Porque es más que evidente, como en toda selva, que predomina la ley del más fuerte. Bruford marca el compás de nuestros pasos, a veces rápido, otras (aparentemente) desacompasado, pero siempre apurado, presuroso, estresado, como queriendo llegar ya a ninguna parte, los platillos son la multitud en la que nos perdemos, los motores que vuelan a través nuestro.

Es complicado seguirle el hilo coherente a Belew, un trabalenguas aparentemente sin sentido que corre, cual guepardo, y nos traslada a la realidad de las calles en ebullición. Tiene que ser Nueva York. Donde el mundo se concentra como en un puño. Todos los colores en una esquina, todas las sangres en un minuto.

Y se detiene, por fin, un respiro. Un suspiro, es la lluvia, el calor, no dura mucho, vuelve a salir. Quizá fuimos a por un café, descafeinado, con leche de soya y caramelo. El movimiento es parte esencial en esta crítica inestabilidad de las noches de luz y sonido.

Si esta canción fuera una pieza de jazz, Belew sería el perfecto saxofón neurótico.

sábado, 6 de junio de 2009

Crónicas de Nueva Crimsoniana - Starless

No deberían existir las noches sin estrellas.

Vaya canción. Rock progresivo del bueno. Una obra maestra. Rock oscuro al inicio, como para recostarse debajo de la bóveda del cielo sin estrellas y dejarse arrastrar a ningún lugar infinito, llevando el deseo más allá de lo que nuestra melancolía pueda alcanzar.

Wetton, oh, Wetton de mis encantos. Tu voz rompe mezclándose con un saxofón misterioso, nocturno y triste como la noche vacía. Un pronóstico del tiempo que me resulta más que conocido. Cielo gris y sin futuro, nostálgico y quejoso como el grito de la biblia negra.

Fripp empieza a construir su esquizofonía. Dos notas, dos notas, dos notas. Para muchos intolerable, para otros, una escalera , un presentimiento, se acerca la lluvia, no hay estrellas, está oscuro, tenebroso, negro, camina rápido, te persiguen, avanza, no mires atrás, te alcanzan. Dos notas, dos notas, dos notas. Empiezan los truenos en los platillos, camina, corre, vuela, más truenos, oyes los pasos atrás, caen las primeras gotas, truenos, no te detengas, no respires, llueve, casi puedes sentir que te tocan la espalda, mira adelante, no tropieces. Dos notas, dos notas, dos notas. Llueve, todo está borroso, opaco, apúrate, acelera, que no llegas, que te atrapan, llueve, sopla el viento, frío, oscuridad, vacío, agua, truenos, luz, apresúrate... Muy tarde, te han cogido ya. Desorden, ira, locura, destrozos, armonías, pasiones, la oscuridad hecha sangre, la lluvia hecha dolor, los truenos hechos pasión. Te sueltan, huye. Te atrapan, sufre. Y vuelve a empezar. La lluvia es testigo, porque las estrellas no están para acompañarte.

viernes, 29 de mayo de 2009

Crónicas de Nueva Crimsoniana - Indiscipline

Es la obsesión hecha música.

Para quien no conoce el fondo de esta canción, puede la fantasía hacer muchas cosas interesantes. Hay un “eso”, que mientras más se ve, más gusta, que se observa, se estudia, se deshace, se vuelve a armar, algo que luego no se ve, pero que cuando se vuelve a mirar, gusta nuevamente. Letra desquiciada, sin sentido aparente, que va y viene, mezclada con las notas que empiezan sigilosamente con Tony Levin, en un bajo como pisadas de gigante silencioso. Se le une Bill Bruford como el viento, con desorden, llevando hojas secas que golpean. Y explota. Revienta. Nos damos de golpes contra las paredes, no resulta y mientras más lo miro, más me gusta, pero me gustaría que estuvieras aquí para mirarlo. Me gusta, así lo deje de ver para volverlo a mirar luego.

Belew, todo se detiene para que puedas entrar, no a cantar con tu encantadora voz, pero para contarnos de esta manía extraña. Mientras más lo miro, más me gusta. Y vuelve a explotar. Y se nos fija en la memoria. Ay, Fripp, lo que haces con mis sentidos, no lo hace nadie más.

El fondo, la historia, la realidad oculta entre las líneas, las cartas escritas, las esculturas. Mientras más lo veo, más me gusta, ¿o no? Porque es exactamente eso lo que sucede con quienes fabrican sensaciones. El arte, cualquiera que fuere, empieza en nuestra mente y en nuestras ganas, y sale a través de nuestras manos para posarse cual mariposas en los sentidos de los que se sientan a disfrutar. Y de eso se trata, de verlo, reverlo, estudiarlo, soñarlo, imaginarlo... y no importa cuántas veces se estudie y se observe, mientras más lo miro, más me gusta. ¿Por qué no estás aquí para verlo?

No hay caso. Suelo repetirme cuando estoy estresada. Y así, indisciplinada y caóticamente, me gusta más.

jueves, 14 de mayo de 2009

Crónicas de Nueva Crimsoniana – Lady of the Dancing Water

“Eres mi Lady of the Dancing Water”, me dijo alguien por ahí alguna vez.

Mel Collins rompe el silencio con la flauta. Es como volverse a enamorar. Ese sentimiento extraño, como mariposas. Quizá son las aguas danzantes. Quizá es una especie de melancolía que, al mezclarse con la voz Gordon Haskell, nos traslada entre suspiros a mundos líquidos, donde el vaivén de las olas nos hace soñar. La flauta nos acompaña de una manera deliciosa, como un ave, y no es difícil sentir que caminas sin zapatos en el pasto y ves a la persona que más quieres al otro lado de tu mano. Al otro lado de tus besos.

Atrevida, afirmé que no había percusión en esta canción. Sí la hay. Dos veces ilumina el triángulo, una campana, no sé, pero un ángel recibe sus alas seguramente.

Realmente no hay mucho que decir, porque es una canción que se siente en el alma, en la sangre, en el agua.

Esta Lady of the Dancing Water dice “Farewell”.

viernes, 8 de mayo de 2009

Crónicas de Nueva Crimsoniana - Prelude: Song of the Gulls

Realmente me descubrió en sueños.

Estaba en casa de una amiga, no sé bien qué hora sería, estaba oscuro, pero en estos inviernos polares nunca se sabe, siempre es de noche. El caso es que yo era totalmente nueva (sigo siéndolo, a decir verdad) con el asunto de los Crimson. Me eché en el sofá con los audífonos puestos, dispuesta a escuchar, como quien hace su tarea o como quien estudia para un examen, todo el material de los Crimson que me había bajado. No tardé mucho en quedarme dormida. Imagino que soñé con juglares, marionetas, lagartos e islas.

Las gaviotas me trajeron lentamente de vuelta. No podía comprender nada. Desde dónde me encontraba, en qué tiempo del día estábamos... y si todavía seguía escuchando a los Crimson, porque esto no se parecía en nada a lo que había escuchado antes. Revisé, no sólo una, sino tres o cuatro veces. Era correcto. Era la Canción de las Gaviotas en las Islas. “Vaya”, pensé. Me senté bien y la volví a tocar.

Esta melodía es realmente una delicia. ¿Qué prodigio tendría la capacidad de crear, colocar las notas de tal manera que el oído llegue a un éxtasis astral? Bueno, no podría ser otro que Mister Fripp. No cualquiera logra juntar sonidos de una manera tan exquisita. Ciertamente, te traslada a una isla, te rodea de aves marinas, te vuelve pez y te atrapa entre las olas, te llena de sal. A la hora del amor, es una caricia más.

Puedo oír a las gaviotas afuera. La primavera las llena de ganas y las pone en celo. Hay que tener cuidado con las que empollan. Ya me ha pasado que he recibido un picotazo en la cabeza...

sábado, 2 de mayo de 2009

Crónicas de Nueva Crimsoniana – 21st Century Schizoid Man

Presioné el botón de “play” como si fuera la primera vez en mi vida. Me habían dicho, no hacía mucho, que si quería empezar a escuchar a los Crimson, lo hiciera con 21st Century. Con cierta timidez y escepticismo pero, al mismo tiempo, convencida de que la recomendación venía de buenos oídos, me coloqué los audífonos. El volumen no muy alto, no vaya a ser que hubiera algún tipo de explosión irremediable en mis laberintos. Comenzaron los acordes y las garras de gato a arañar en mis sentidos. Pude ver mis vellos erizarse, mis pupilas dilatarse, el sudor frío en la nuca, mi cabeza mecerse y, desde la garganta, un grito que subía lenta, pero decididamente “21st Century Schizoid Man!!!”.

Como si la hubiera escuchado antes, como si hubieran vuelto locos colores a mi vida. “Lo que me he estado perdiendo”, pensé. Me conseguí la producción entera, le hablé al viento, confirmé mi lunaridad, escribí epitafios sin sentido, fui parte de la corte, la bruja de fuego y de los títeres. Crucé la puerta y avancé hacia un lugar del cual ya no hay retorno, felizmente. Estuve perdida en el mundo de los espejos, me sentí como una pequeña Alicia, que corre, crece, se hace minúscula, persigue y es perseguida, se esconde, surge, grita, canta, cae, muere y vive otra vez.

Michael Giles, un prodigio sin igual, corre que te atrapan, pero sin tropezar. Greg Lake, como un llanto, un reclamo, una osadía, una provocación... El saxofón de Ian MacDonald, me sube y me baja, produciendo un vértigo inexplicable, un éxtasis. Peter Sinfield, una lírica extraña y, aparentemente, sin sentido, pero así es la esquizofrenia, ¿no? Robert Fripp, no hay forma de conceptuarlo.

Lo dejo ahí, que mientras escribo, escucho la canción... y el deleite me aleja de la escritura.